domingo, 9 de enero de 2011

TERCER DIA, LUNES 6 DE DICIEMBRE DE 2010


Tenemos visita programada a el Vaticano. Desayunamos a las 7:45, para estar preparados que nos recojan a las 8:15. Para este viaje tenemos programadas tres visitas: Coliseo, Museos Vaticanos y Catacumbas. Como sabéis la primera visita salió mal ya que no se presentaron. Con esta tenemos más confianza ya que me puse en contacto con ellos desde España, al saber que me podían ir a buscar al hotel.
La excursión la contratamos con Vastour, los cuales tienen su terminal en c/ Via Piemonte 34. Los seleccionamos por actividades en Atrápalo, y se denomina "Roma Artística", que incluye recogida en el Hotel, el bus te lleva, pasando por las Murallas Aurelianas, Parque Villa Borghese, Museos Vaticanos (galería Candelabros+Tapices+mapas geográficos+estancias de Rafael, para finalizar en la maravillosa Capilla Sixtina).

Nuestro guía se llama Fabricio que era muy agradable y atento.

Es una reflexión personal, pero es impresionate el gran negocio que tiene montado la IGLESIA, con esto. Se dice que por término medio entran en la los Museo Vaticanos unas 20.000 personas. Si cada una paga 15 euros, el resultado es 300.000 euros diarios (49.915.800 pesetas), eso al mes es 7800000 € (1.297.810.800 pesetas), y al año 93600000 € (me da verguenza deciros que al año son: 155.737.290.000 PESETAS)

MUSEOS VATICANOS

Los Museos Vaticanos son las galerías y demás estancias de valor artístico propiedad de la Iglesia y accesibles al público en la Ciudad del Vaticano. Muestran obras de una extensa colección de la Iglesia Católica Romana. Su base fundacional fue la colección privada de Julio II, que fue elegido papa en el año 1503; más tarde otros papas han ido aumentando las extensas colecciones de que constan estos museos. Este conjunto museístico se compone de diferentes edificios de museos temáticos, edificios pontificios, galerías, monumentos y jardines. A este conjunto de edificios también pertenece la Biblioteca Vaticana, una de las mejores del mundo.

El origen de los museos vaticanos se configuró a partir de las obras de arte que de manera privada tenía el cardenal Giuliano della Rovere, que cuando fue escogido papa en 1503, con el nombre de Julio II, trasladó su colección al patio del Palacio Belvedere de Inocencio VIII en un gran jardín que se adornó con algunas esculturas, hoy conocido bajo el nombre de Patio Octógono: el Apolo de Belvedere, la Venus Feliz, el Río Nilo, el Río Tíber, la Ariadna dormida y el grupo de Laocoonte y sus hijos, escultura encontrada el 14 de enero de 1506 en la Domus Aurea de Nerón, en la colina romana del Esquilino;, fue el arquitecto Giuliano da Sangallo el que identificó la escultura que la adquirió el papa Julio II. Se construyeron nuevos edificios y también pasadizos junto con galerías para unirlos con otros, anteriormente edificados; con el paso del tiempo y el acceso al poder de nuevos papas, se fueron desarrollando y ampliando hasta formar los actuales museos.

Los fondos de arte también fueron creciendo gracias a la tradición de las grandes familias italianas de formar colecciones, ya que estas familias eran las que tenían entre sus miembros cardenales que llegaban al pontificado. Por otro lado, las colecciones de obras de arte se enriquecieron y aumentaron gracias a todos los tesoros de las catacumbas romanas, las obras de la Basílica de San Pedro y de las de San Juan de Letrán, así como de todas las excavaciones arqueológicas realizadas en suelo romano, ya que los terrenos donde está situada la Ciudad del Vaticano, fueron ocupados por los etruscos y posteriormente por el Imperio romano en tiempos de Augusto. En esta zona llamada Jardines de Nerón sufrió martirio san Pedro, y Constantino I el Grande, después de su conversión al cristianismo, hizo construir una basílica hacia el año 326.

La gran etapa constructiva del Vaticano se inició en 1447 con el papa Nicolás V que encargó al arquitecto Bernardo Rossellino el diseño de la nueva basílica de San Pedro y al pintor Fra Angelico la decoración de la capilla Nicolina; fue el fundador de la Biblioteca Vaticana. Sixto IV, en 1471, hizo construir una nueva capilla, la Sixtina, con la decoración pictórica de diversos artistas, entre ellos Sandro Botticelli y Pietro Perugino. En el antiguo palacio de Inocencio VIII, se construyó como acceso a las plantas superiores, desde un extremo del jardín de Belvedere, una rampa helicoidal diseñada por Donato Bramante, que la realizó en la época de Julio II ( hacia el 1505), con un punto de fuga único en la parte superior entre las columnas que son sucesivamente dóricas, jónicas y corintias, con una forma cilíndrica vacía, que van perdiendo grueso y aceleran la sensación de acceso. El papa Benedicto XIV en el año 1740, reorganizó las nuevas salas de los museos Sacro y Profano así como el gabinete de Medallas. Se crearon después los museos Pio-Clementino, proyectado por los papas Clemente XIV y su sucesor Pio VI durante la época de sus papados, comprendida entre los años 1769 y 1799.
La ilustración y los descubrimientos arqueológicos de Johann Joachim Winckelmann, nombrado conservador de las antigüedades romanas y bibliotecario del Vaticano en 1756, dieron como resultado un gran impulso para la exposición de las grandes colecciones que poseía el Vaticano; a partir de entonces y sin interrupción se hicieron trabajos de catalogación para la exposición pública de sus fondos. El siguiente papa, Pio VII, en 1800 encargó a Antonio Canova la organización del museo que lleva su nombre: Museo Chiaramonti, creando la primera sección de la pinacoteca. Fue en 1837 cuando Gregorio XVI inauguró el Museo Gregoriano Etrusco; poco después se fundó el Museo Gregoriano Egipcio (1839). Se fundó también en el Palacio de Letrán el Museo Gregoriano Profano (1844).
A partir de 1870, con el fin del Estado Pontificio, se reorganizó la exposición de las obras de arte en la Iglesia Católica y se tomaron nuevas medidas para afrontar los siguientes años, hasta que pasados 60 años comenzó a haber cambios significativos.
Pío XI en 1932 abrió la Pinacoteca, en la que expuso cuadros sustraídos por Napoleón con el Tratado de Tolentino (1797) y devueltos a raíz del Congreso de Viena (1815) y otras obras de la colección del Vaticano. Se fundó además el museo Misionero-Etnológico (Pío XI, 1927). Unas décadas después se trasladaron al Vaticano las antiguas colecciones lateranenses: los museos Gregoriano Profano y Pío Cristiano (1970) y el Museo Misionero-Etnológico (1973),con los nuevos criterios de renovación del Concilio Vaticano II, en 1973, se fundó la colección de Arte Religioso Moderno bajo el pontificado de Pablo VI así como también el Museo de las Carrozas. También se reorganizaron los museos Gregoriano Egipcio (1989, 2000) y gregoriano Etrusco (1992, 1994, 1996). En esta reorganización se puede también incluir la creación del Museo Histórico, que posteriormente sería dividido en 1985, teniendo su sede en el Palacio de Letrán.
En febrero del año 2000 se inauguró la entrada monumental, en el fuerte norte de las murallas vaticanas, cerca de la antigua entrada realizada en 1932 por Giuseppe Momo con una escalera de caracol en rampa, cuya balaustrada fue diseñada por Antonio Maraini y que actualmente sirve de salida del museo.

Al entrar nos dirigimos directamente al Patio de la Piña, se encuentra dentro de los patios que rodean los museos denominados del Vaticano en Roma, Italia.
Este famoso y fotografiado patio, actualmente pertenece a la ampliación que sufrió el museo egipcio en Roma. Este patio se encuentra al lado de otros dos patios vaticanos importantes, los llamados: el Patio de la Biblioteca y el Patio del Belvedere. Alli hay unos enormes paneles donde los guías nos explican los secretos de la capilla sixtina, ya que ellos no pueden entrar, cosa que no es así en todos los casos...
El Patio de la Piña recibe este nombre por su preciosa y grande piña de bronce que posee cuatro metros de altura, la cual es muy fotografiada y visitada por miles de turistas al año. En la época clásica, este patio estuvo situado en los alrededores del famoso Panteón en la ciudad de Roma, por lo que, el barrio en el que se situaba tomo el nombre del barrio de la piña.

Este patio fue construido en el año 1506 por el importante arquitecto Donato Bramante, por encargo de Julio II, el objetivo principal de esta construcción fue, en su época, comunicar el Palacio de Inocencio VIII con la Capilla Sixtina. El Patio de la Piña estaba dividido en aquella época en tres zonas diferentes, distribuidas en diversas dimensiones, unidas por elegantes escaleras.
Todo este patio se encuentra decorado con multitud de estatuas de bronce entre las que sobresalen:
• Los pavos reales: se encuentran realizados en bronce y fueron traídos de la Villa de Adriano. Este animal era el símbolo de la fecundidad en el antiguo Egipto y más adelante, fue el símbolo adoptado por los romanos para atraer la buena suerte. Destacan por su realismo y su expresión. Su ubicación es especial ya que, estos dos pavos reales son los que escoltan a los lados, a la famosa piña.
• Las esferas concéntricas: es una curiosa obra contemporánea construida por Arnaldo Pomodoro, que se encuentra situada en todo el centro de este maravilloso patio. Su nombre original es “Esfera con esfera”. Se cuenta que este arquitecto construyó estas esferas rotas, por las bombas que sufrieron en el pueblo donde se crió el artista y que representan el daño que hicieron dichas bombas.

Cada uno de nosotros lleva un walkie por lo que podemos escuchar al guía sin necesidad de estar pegado a él. Eso nos da independencia. A veces algún turista se ponía al lado, para escuchar y Fabricio lo invitaba a seguir, diciendo: "por favor, es una visita privada".

Fuimos visitando las salas, parándonos en las que por historia son la obras más importantes. Pensar que para poder ver todo lo que hay en este museo necitaríamos unos tres meses...
Y llegamos al Laocoonte y sus hijos, es una suerte poder ver de cerca este grupo escultórico griego de datación controvertida, aunque suele considerarse una obra original de principios de la era cristiana. La obra es de un tamaño algo mayor al natural, de 2,45 m de altura y está ejecutado en mármol blanco. Se encuentra en el Museo Pío-Clementino y junto al Torso del Belvedere es el único original griego del antiquarium.
Representa la muerte del sacerdote troyano Laocoonte, o Laoconte, castigado por los dioses a morir estrangulado por serpientes marinas junto a sus dos hijos. Cuenta la leyenda de los mitos griegos que, durante el asedio de Troya, dos serpientes fueron enviadas por Apolo, Poseidón, o Atenea, y atacaron a Laocoonte, sacerdote troyano de Apolo, y a sus dos hijos. Las versiones que relatan este episodio son numerosas y se discute si el grupo escultórico debió haberse basado en el relato de Virgilio en la Eneida, en el que morían Laocoonte y sus dos hijos, o en una versión anterior narrada en un poema perdido del ciclo troyano, la Iliupersis, donde morían Laocoonte y solo uno de los hijos. La fuente también pudo haber sido una tragedia perdida.
Laocoonte era el sacerdote del templo de Apolo Timbreo en Troya y, al igual que Casandra, advirtió a los troyanos que si dejaban entrar en la ciudad al Caballo de Troya caerían en una trampa tendida por los griegos aqueos:
¡Necios, no os fiéis de los griegos ni siquiera cuando os traigan regalos!
Laocoonte llegó a arrojar una lanza que se clavó en el caballo de madera, pero cuando los troyanos estaban a punto de destruir el caballo, los soldados troyanos trajeron a Sinón, quien con las mentiras ideadas por Odiseo logró convencer a Príamo de que se trataba de una imagen sagrada de Atenea. Laocoonte, para tratar de impedir que entraran el caballo en la ciudad exclamó:
Ésas son mentiras -gritó Laocoonte- y parecen inventadas por Odiseo. ¡No le creas Príamo! [...] Te ruego, señor, que me permitas sacrificar un toro a Posidón. Cuando vuelva espero ver este caballo de madera reducido a cenizas.
Cuando Laocoonte se disponía a sacrificar el toro a Poseidón, dos serpientes marinas, llamadas Porces y Caribea, o Curisia, o Peribea, llegaron desde Ténedos y las Calidnes; salieron del mar y atacaron a los hijos mellizos de Laocoonte, llamados Atifante y Timbreo o Melanto, enroscándose alrededor de sus cuerpos; Laocoonte intentó salvarlos pero sufrió la misma suerte. La tradición de Virgilio muestra las serpientes como un castigo divino por haber intentado destruir el caballo. Los troyanos interpretaron el episodio como una muestra de que el caballo era un objeto sagrado y de que Sinón había dicho la verdad. Virgilio, en el libro II de la Eneida, relata así el ataque de las serpientes: "Ellas, con marcha firme, se lanzan hacia Laocoonte; primero se enroscan en los tiernos cuerpos de sus dos hijos, y rasgan a dentelladas sus miserables miembros; luego arrebatan al padre que, esgrimiendo un dardo, iba en auxilio de ellos, y lo sujetan con sus enormes anillos: ya ceñidas con dos vueltas alrededor de su cuerpo, y dos veces rodeado al cuello el escamoso lomo, todavía exceden por encima sus cabezas y sus erguidas cervices. Pugna con ambas manos Laocoonte por desatar aquellos nudos, mientras chorrea de sus vendas baba y negro veneno, y al propio tiempo eleva hasta los astros espantables clamores...
Hay otra versión del mito que explica que se trató de un castigo de Apolo porque Laocoonte se había casado con Antiopa y engendrado hijos, consumando el hecho ante la estatua del dios, hecho que constituía un sacrilegio, ya que había realizado voto de celibato. Príamo pensó que la muerte de Laocoonte se trataba de un castigo por haber intentado destruir el caballo, en lugar de por haber faltado al respeto de Apolo. Sin embargo, las diferentes versiones del mito llegan a contar que sólo murió uno de los hijos, o que el mismo Laocoonte llegó a salvarse. También discrepan respecto a si el episodio se produjo en el altar de Poseidón o de Apolo. La obra fue realizada por Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, pertenecientes a la Escuela rodia.
Este grupo escultórico era conocido por descripciones antiguas pero se creía perdido. Fue descubierto el 14 de enero de 1506 en una viña cercana a Santa María la Mayor, terreno propiedad de Felice de Fredis que se encontraba en el Esquilino romano, y que en tiempos antiguos había sido parte de la Domus Aurea de Nerón y luego del palacio del emperador Tito. El papa Julio II envió al arquitecto Giuliano de Sangallo, quien junto a Miguel Ángel, identificó la escultura como la descrita por el autor romano Plinio el Viejo en su obra enciclopédica Naturalis Historiæ. Plinio escribió unos comentarios laudatorios sobre la obra que vio en el palacio del emperador Tito hacia el año 70: "Debe ser situada por delante de todas, no sólo del arte de la estatuaria sino también del de la pintura. Fue esculpida en un solo bloque de mármol por los excelentes artistas de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro y representa a Laocoonte, sus hijos y las serpientes admirablemente enroscadas".

Cuando fue descubierta le faltaban los brazos derechos de Laocoonte y de uno de sus hijos, y la mano derecha del otro hijo; también faltaban algunas partes de las serpientes. Se decidió restaurar el grupo escultórico y hubo controversia sobre cómo debería haber sido el gesto del brazo que le faltaba al padre. Miguel Ángel propuso restaurar el brazo del padre en posición de flexión; el artista llegó a realizar dicho brazo, pero no llegó a ponérselo y actualmente se expone junto al grupo escultórico. Amico Aspertini también realizó un dibujo con la misma posición del brazo, y en 1525, Baccio Bandinelli realizó una copia de todo el grupo con una posición parecida para el papa León X, copia que se encuentra en la Galería de los Uffizi de Florencia. Tanto Miguel Ángel como Sangallo aconsejaron a Julio II que adquiriera la obra, quien, tras unas breves negociaciones, compró la obra por una gran cantidad monetaria -más de 600 ducados. En 1590, Julio II mandó trasladarla al Vaticano junto a otras dos esculturas, el Apolo de Belvedere y la Venus Felix, instalándolas en tres nichos del Patio Octogonal del Belvedere, que hoy forma parte de los Museos Vaticanos. El rey Francisco I de Francia obtuvo el permiso del papa para la realización de varios moldes; para realizar la copia envió a Francesco Primaticcio, quien los hizo en 1540. Estos moldes sirvieron para hacer una escultura de bronce que fue instalada en el Palacio de Fontainebleau.

Copia, en Mannheim, del grupo tal y como estaban representados los brazos añadidos antes de la última restauración.Una primera restauración realizada por Bandinelli con cera, donde representó el brazo doblado, fue modificada en 1532 por Giovanni Angelo Montorsoli, que realizó la restauración en terracota y con el brazo de Laocoonte estirado. Entre los que criticaron esta restauración se encontraba Tiziano, quien realizó un dibujo en el que representaba a Laocoonte y sus hijos como si fueran tres monos. Esta caricatura fue grabada por Niccolò Boldrini.
En el siglo XVIII, el escultor Agostino Cornachini volvió a restaurar la obra, cambiando el material de la restauración por mármol y aprovechó para cambiar el brazo del hijo, modificando el gesto de este, que también fue estirado. El año 1798, tras la firma del Tratado de Tolentino, el grupo fue trasladado a París por el ejército de Napoleón como parte del botín de guerra durante su campaña en Italia, pero sin los elementos añadidos, y puesta en el Museo del Louvre hasta su devolución al Vaticano en 1816, cuando se le volvieron a añadir.

El año 1905, el arqueólogo Ludwig Pollack identificó el brazo original, encontrándolo en una vieja tienda de Via Labicana. El brazo tenía la posición flexionada como ya había avanzado Miguel Ángel; el brazo se añadió en una restauración realizada entre 1957 y 1960, y dirigida por Filippo Magi, restauración en la que se retiraron todas las piezas añadidas.
Quitando los datos históricos lo que podemos ver muy de cerca lo cual me llamó la atención es a Laocoonte como un espectáculo de la naturaleza humana sometida al mayor dolor de que es capaz de soportar. Este dolor hincha sus músculos y pone en tensión sus nervios, pero en su frente se ve la serenidad de su espíritu. Su pecho se eleva para tratar de contener el dolor y a través del vientre comprimido se puede ver el movimiento de sus vísceras. Sus hijos lo miran pidiéndole ayuda y él manifiesta su ternura paternal en su mirada tierna de unos ojos que se dirigen hacia el cielo implorando ayuda de los dioses. La abertura de su boca tiene un movimiento que expresa ataraxia e indignación por la idea de un castigo inmerecido.
Es una obra maravillosa y de lo mejor que podemos ver en el museo.

Y llegamos a la segunda cosa que nos ha llevado a los Museos Vaticanos.
La Capilla Sixtina es la capilla más famosa del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, la residencia oficial del Papa. Se encuentra a la derecha de la Basílica de San Pedro y originalmente servía como capilla de la fortaleza vaticana. Es famosa por su arquitectura, evocadora del Templo de Salomón del Antiguo Testamento, y su decoración al fresco, obra de los más grandes artistas del Renacimiento, incluyendo a Miguel Ángel, Rafael y Botticelli. Por orden del papa Julio II, Miguel Ángel decoró la bóveda (1.100 m²) entre 1508 y 1512. A Miguel Ángel no le agradó este encargo, y pensó que su trabajo era sólo para satisfacer la necesidad de grandeza del Papa. Sin embargo, hoy la bóveda, y especialmente El Juicio Final, son considerados como los mayores logros de Miguel Ángel en la pintura.

Fue construida entre 1477 y 1480, por orden del papa Sixto IV, de quien toma su nombre, para restaurar la antigua Capilla Magna. Recién terminadas las obras, un grupo de pintores que incluía a Botticelli, Pietro Perugino, Luca Signorelli y Domenico Ghirlandaio pintaron una serie de paneles al fresco sobre la vida de Moisés (a la izquierda del altar, mirando hacia El Juicio Final) y la de Jesucristo (a la derecha del altar), acompañadas por retratos de los Papas en la zona superior y por cortinas pintadas con trampantojo. Las pinturas fueron concluidas en 1482, y el 15 de agosto de 1483, Sixto IV consagró la primera misa celebrada en la capilla a la Asunción de María.

Desde la época de Sixto IV, la capilla ha servido como lugar de diversas actividades papales. Hoy es la sede del cónclave, la reunión en la que los cardenales eligen a un nuevo Papa.
Como en la mayoría de los edificios medidos interiormente, la medida exacta es difícil de determinar. Sin embargo, las proporciones generales de la capilla están correctas dentro de unos pocos centímetros. La longitud es la medida de referencia; se ha dividido por tres para obtener el ancho y por dos para obtener la altura. Para matener la proporción, había seis ventanas a cada lado y dos en cada extremo. La mampara que divide la capilla se colocó inicialmente a medio camino desde el altar, pero esto ha cambiado. Proporciones claramente definidas fueron una característica de la arquitectura renacentista y reflejaban el creciente interés en la herencia Clásica de Roma.
El techo de la capilla es una bóveda de cañón rebajada que surge de una serie de lunetas que rodean las paredes donde surgen los arcos de las ventanas. La bóveda está cortada en sentido transversal por pequeñas bóvedas formadas sobre cada ventana, que la dividen en su nivel más bajo en una serie de grandes pechinas elevadas sobre pilastras poco profundas entre las ventanas. La bóveda de cañón fue pintada originalmente de color azul brillante con estrellas doradas, según el diseño de Piermatteo d´ Amelia. El pavimento es de cosmatesco, un estilo decorativo que usa mármol y piedra coloreada en un diseño que refleja la proporción previa en la división del interior y también marca el camino procesional desde la puerta principal, utilizado por el Papa en ocasiones importantes, como el Domingo de Ramos.
La mampara o transenna de mármol, obra de Mino da Fiesole, Andrea Bregno y Giovanni Dalmata divide la capilla en dos partes. Originalmente había el mismo espacio para los miembros de la Capilla Pontificia, en el lado del altar, y para los peregrinos y los ciudadanos al otro lado. Sin embargo, al crecer el número de asistentes del Papa, la mampara fue movida reduciedo la zona de los fieles. La transenna esta coronada por una hilera de candeleros ornamentados, antiguamente dorados, y tiene una puerta de madera, donde antiguamente había una puerta de hierro forjado dorado, Los escultores de la transenna también crearon la cantoria o galería del coro.
Las paredes están divididas en tres niveles principales. El bajo está decorado con tapices de oro y plata pintados al fresco. El central tiene dos ciclos de pinturas que se complementan, La Vida de Moisés y La Vida de Cristo. Fueron encargados en 1480 por Sixto IV y realizados por Ghirlandaio, Botticelli, Perugino y Cosimo Roselli, junto a algunos de sus ayudantes, como Pinturicchio. El nivel más alto está dividido en dos zonas. En la zona baja, entre las ventanas, hay una Galería de Papas, pintadas al mismo tiempo que las Vidas. Sobre de los arcos de las ventanas están los lunetos, en donde se encuentran los Antepasados de Cristo, pintados por Miguel Ángel como parte de la decoración de la bóveda.
La decoración de la bóveda, encargada por Julio II y realizada por Miguel Ángel entre 1508 y 1512, tiene un conjunto de nueve pinturas que muestran escenas del Génesis, como: La Creación, La Relación de Dios con la Humanidad y La Caída del Hombre. En las pechinas que sustentan la bóveda, están pintados doce hombres y mujeres, los profetas y las sibilas, que profetizaron que Dios enviaría a Jesucristo para la salvación a la humanidad.
En 1515, Rafael recibió el encargo de León X de diseñar una serie de diez tapices para colgar en la zona inferior de las paredes. Rafael tenía 25 años entonces y era un artista reconocido en Florencia, con una serie de clientes adinerados, aunque era ambicioso, también deseaba trabajar para el Papa. Rafael se sentía atraído por la ambición, grandeza y energía de Roma.
Rafael vio el encargo como una oportunidad de poder ser comparado con Miguel Ángel, mientras el Papa lo vio como su respuesta a la bóveda encargada por su predecesor. El trabajo comenzó a mediados de 1515. Debido a su gran tamaño, los tapices fueron fabricados en Bruselas a lo largo de cuatro años, por los tejedores del taller de Pieter van Aelst.
Aunque el complejo diseño de Miguel Ángel para la bóveda no era exactamente el que Julio II tenía en mente cuando le encargó pintar a los Apóstoles, el proyecto consistía en un programa iconográfico consecuente con el resto de la decoración. Sin embargo, esto fue alterado cuando posteriormente, Miguel Ángel recibió el encargo de decorar la pared del altar con el El Juicio Final, que realizó entre 1536 y 1541. Pintar este mural exigió que se eliminaran dos episodios de las Vidas, varios de los Papas y dos grupos de Ancestros. Dos ventanas fueron tapiadas y dos de los tapices de Rafael se hicieron innecesarios.

De entre los frescos pintados por Perugino en la Capilla Sixtina, el de Cristo entregando las Llaves a San Pedro es estilísticamente el más instructivo. La escena es una referencia a Mateo, donde las llaves del Reino de los Cielos son entregadas a San Pedro. Esas llaves representan el poder de perdonar y difundir la Palabra de Dios, permitiendo a otros de ese modo poder entrar en el Cielo. Las figuras principales están situadas en dos filas comprimidas cercanas a la superficie de la pintura y debajo del horizonte. El grupo principal, que muestra a Cristo entregando las llaves de oro y plata a San Pedro, que está arrodillado, está rodeado por los demás Apóstoles, incluyendo a Judas (quinta figura a la izquierda de Cristo), todos con aureolas, junto a retratos de contemporáneos incluyendo uno que parece ser un autorretrato (quinta figura desde el borde derecho, vestida de negro y contemplando al espectador). El suelo está formado por rectángulos rebajados divididos por líneas de piedra coloreada, aunque no son usados en la organización del espacio. Tampoco lo es la relación entre las figuras ni la invención del pórtico del Templo de Salomón lo que domina la pintura eficazmente resuelta. Los arcos triunfales en los extremos aparecen como referencias antiguas superfluas, apropiadas para una audiencia romana. Más alejadas están representadas dos escenas secundarias de la vida de Cristo: el Tributo de la Moneda a la izquierda y el Intento de Lapidación a la derecha.
El estilo de las figuras está inspirado por Andrea del Verrocchio.Los ropajes, con su gran complejidad, y las figuras, incluyendo a varios apóstoles, a San Juan Evangelista, con bellas características, con el pelo largo y suelto y el porte elegante y refinado recuerdan al Santo Tomás del grupo escultórico de Verrocchio en la Iglesia de Orsanmichele. Las poses de las figuras imitan una serie de actitudes básicas que se repiten constantemente, generalmente de forma inversa de un lado al otro, lo que significa que se ha usado el mismo tapiz. Son figuras gráciles y elegantes que están firmemente posadas en el suelo. Las cabezas son más bien pequeñas en proporción con el resto de los cuerpos, y los rasgos son tratados delicadamente con considerable atención a los detalles de menor importancia.
El templo octogonal de Jerusalén y sus porches, que dominan el eje central, pudieron haber sido inspirados por un proyecto arquitectónico, pero el tratamiento que le da Perugino es la representación de un modelo de madera, pintado con exactitud. El edificio, con sus arcos, sirve como telón de fondo frente al cual se desarrolla la acción. Perugino ha hecho una significativa contribución en la representación del paisaje. La sensación de un mundo infinito que se extiende por el horizonte es más marcado que en cualquier otra obra de sus contemporáneos, y los árboles de hojas alargadas sobre el cielo nublado y las colinas de color gris azulado en la distancia dan una solución que los pintores posteriores encontrarían instructiva, especialmente Rafael.
Se creía que el fresco era un buen augurio en los cónclaves: la superstición decía que el cardenal que (seleccionado por sorteo) se sentaba en el lugar que había bajo el fresco era el que tenía más probabilidades de ser elegido. Documentos de la época indican al menos tres cardenales que se sentaron bajo el fresco durante los cónclaves que fueron elegidos papas: Julio II, Clemente VII y Paulo III.

Para alcanzar el techo, Miguel Ángel necesitaba un soporte; la primera idea vino del arquitecto del Papa, Donato Bramante, que quería construir un andamio colgado con cuerdas. Sin embargo, la idea de Bramante no sirvió, y la estructura que construyó era defectuosa. Agujereó el techo para colgar cuerdas que sujetasen el andamio. Miguel Ángel se rió al ver la estructura, y dijo que dejaría agujeros en el techo cuando el trabajo finalizara. Preguntó a Bramante que pasaría cuando él, al pintar, alcanzase las perforaciones, pero el arquitecto no supo qué responder.
El problema fue presentado al Papa, que ordenó a Miguel Ángel que construyera su propio andamio. Miguel Ángel creó una plataforma de tablas de madera sujetas sobre soportes enganchados en agujeros de las paredes, sobre las ventanas. Él se situaba sobre este andamio mientras pintaba.
Miguel Ángel usó colores brillantes, fácilmente visibles desde el suelo. En la parte baja del techo pintó a los antepasados de Cristo. Sobre ellos, pintó alternados a los profetas y a las sibilas, con Jonás sobre el altar y Zacarías en el otro extremo. En la parte central, Miguel Ángel pintó nueve escenas del Génesis. Originalmente sólo se le encargó pintar doce figuras, los Doce Apóstoles. Rechazó el trabajo porque él se consideraba escultor, no pintor. El Papa permitió a Miguel Ángel pintar las escenas y figuras bíblicas que él eligiera como un acuerdo. Cuando el trabajo estuvo terminado, había pintado más de 300 figuras, que mostraban la Creación, Adán y Eva en el Jardín del Edén y el Diluvio Universal.
El Juicio Final fue pintado por Miguel Ángel entre 1536 y 1541, tras el Saqueo de Roma de 1527 por las fuerzas mercenarias del Sacro Imperio Romano Germánico, que terminaron con el Renacimiento romano, poco antes del Concilio de Trento. El trabajo fue hecho en una gran escala, y ocupa toda la pared tras el altar de la Capilla Sixtina. El Juicio Final es una representación de la segunda venida de Cristo y el Apocalipsis. Las almas de la humanidad se levan y descienden hacia sus destinos, juzgadas por Cristo y su santo séquito. La pared en la que El Juicio Final está pintado se inclina ligeramente sobre el espectador en su parte alta, y está pensado así para que el fresco parezca un tanto aterrador, e infunda piedad y respeto al poder de Dios. A diferencia de los otros frescos de la Capilla, las figuras son muy musculosas y parecen algo torturadas, incluso la Virgen María, en el centro, parece estar acobardada ante Dios.
El Juicio Final fue objeto de disputa entre el Cardenal Carafa y Miguel Ángel. Como representó figuras desnudas, el artista fue acusado de inmoralidad y obscenidad. Carafa y Monseñor Sernini (embajador de Mantua) organizaron una campaña de censura para borrar los frescos. Cuando el maestro de ceremonias del Papa, Biaggio da Cesena, dijo que era vergonzoso que en un lugar tan santo se hubieran representado todas esas figuras desnudas, que era la decoración propia de un baño público o de una taberna, pero no de una capilla papal, Miguel Ángel le representó en el fresco como Minos, el juez del infierno. Se dice que cuando Cesena se quejó al Papa, el pontífice respondió que su jurisdicción no incluía el infierno, por lo que el retrato se mantendría.
Los genitales del fresco fueron cubiertos más tarde por el artista Daniele da Volterra, al que este trabajo le hizo ganarse el sobrenombre de "Il Braghettone" ("El Pintacalzones").
No se pueden hacer fotos en la capilla sixtina, aunque todo el mundo está con cámara de video y de fotos, sin que nadie diga nada.
La visita terminaba en la plaza de San Pedro, lo que supone salir de la zona de seguridad del vaticano y por lo tanto si quieres volver tienes que pasar de nuevo la cola de seguridad. Le comentamos a Fabricio y nos dijo que aunque la visita no incluye la Basílica de San Pedro, nos acompañó hasta la entrada, para mostrarnos otra maravillosa obra de Miguel Ángel. La Piedad del Vaticano o Pietà es un grupo escultórico en mármol realizada por Miguel Ángel entre 1498 y 1499. Sus dimensiones son 174 por 195 cm. Se encuentra en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Esta maravillosa obra es de bulto redondo, lo que significa que se puede ver en todos los ángulos, pero el punto de vista preferente es el frontal.

Una Virgen joven, bella y piadosa cuyas vestiduras se expanden con numerosos pliegues, sostiene al Hijo muerto y que, intencionadamente, aparenta mayor edad que la Madre, en una composición triangular sosegada y llena de ternura. La juventud de la Virgen es muestra del idealismo renacentista: se trata de representar el ideal de belleza y juventud, una Virgen eternamente joven y bella.
Vasari dice de ella «es una obra a la que ningún artífice excelente podrá añadir nada en dibujo, ni en gracia, ni, por mucho que se fatigue, en poder de finura, tersura y cincelado del mármol».
La obra fue encargada por el cardenal de san Dionisio Jean Bilhères de Lagraulas o de Villiers, benedictino embajador del monarca francés ante la Santa Sede, al que el autor conoció en Roma. El contrato entre el artista y el cliente se firmó el 26 de agosto de 1498, y en el que se estipulaba, además del pago de 450 ducados de oro, que habría de estar terminada antes de un año, y en efecto, dos días antes de cumplirse el plazo la obra maestra ya estaba terminada, cuando el cardenal había muerto unos días antes, por lo que su primer emplazamiento fue sobre la propia tumba del prelado en la Capilla de Santa Petronila del Vaticano. La Piedad fue trasladada en 1749 a su ubicación actual en la Basílica de San Pedro, la primera capilla a la derecha.
Fue la primera vez que el artista aborda este tema iconográfico, luego repetido a lo largo de su vida con diversos tratamientos, que ponen de manifiesto su evolución artística y espiritual. La última de esta serie de Piedades sería la denominada Piedad Rondanini, que dejó inacabada al caer enfermo y morir, y cuyo patetismo, que anticipa el barroco, nada tiene que ver con la serenidad clásicamente renacentista de esta obra de juventud.
El artista contaba entonces veinticuatro años, había trabajado los dos últimos años en la realización de las figuras de la Virgen con el cuerpo de Cristo en las rodillas y el pulimentado de todos los detalles. Miguel Ángel comenzó por escoger personalmente en las canteras de los Alpes Apuanos de la Toscana el bloque de mármol más apropiado, sobre el que después no haría más que seguir los impulsos de su arte como escultor, es decir, como refiere Vasari, quitando toda la materia pétrea sobrante del bloque hasta conseguir la forma pensada, pues para Miguel Ángel en el interior de un bloque de mármol está contenida toda la Naturaleza, el artista ve con los ojos del intelecto las formas encerradas en la piedra, en este caso el dolor de una madre que tiene sobre sus rodillas a un hijo asesinado, lo demás es cuestión de técnica y paciencia hasta descubrir las formas concretas.
Cuando la obra fue finalizada y entregada, algunos pusieron en duda que hubiera sido Miguel Ángel el verdadero autor de la misma dudando de él por su juventud. Al enterarse, Buonarroti en un arranque de furia grabó a cincel su nombre en la escultura, siendo esta la única obra firmada del artista. En la cinta que cruza el pecho de la Virgen puede leerse: «Michael A[n]gelus Bonarotus Florent[inus] Facieba[t]» («Miguel Angel Buonarroti, florentino, lo hizo»).

En esta escultura predominan las armonías de contraste. Hay tres:
Primera armonía: Los ejes del cuerpo de Jesús (líneas quebradas) se contraponen a los pliegues curvilíneos y angulados de los vestidos de la Virgen María.
Segunda armonía: El brazo derecho de Jesús cae inerte. Éste se contrapone al brazo izquierdo de la Virgen, que esta lleno de vida y conmiseración
Tercera armonía: Los pliegues de la Virgen con oquedades forman contrastes de claroscuro. Estos se contraponen a las superficies claras y lisas del cuerpo de Jesús, expresados en "sfumato".
Representa, como mencionamos anteriormente, el ideal de belleza del renacimiento.

El 21 de mayo de 1972 la imagen sufrió un brutal atentado cuando un perturbado golpeó el rostro de la Virgen con un martillo, motivo por el que hubo de ser restaurada y luego protegida con medidas de seguridad. Es por eso que las fotos salen con un brillo especial.
Nos despedimos de Fabricio y nos recomendó que subiéramos a la cúpula, primero. Hay dos posibilidades, una todo a pie (5 €) o un poco en ascensor y a pie (7 €). Nuestro consejo es que compensa ir en ascensor, ya que lo que viene después con mochila o lo que llevéis, con lo pequeño que es la escalera, ya supone un esfuerzo considerable.

Nosotros fuimos en inviernos, pero en verano, con calor y gente, debería estar incluido, dentro de los meritos para conseguir el jubileo eterno.
Estaba cayendo una tromba tremenda. Algo curioso ya que no nos podíamos quejar, ya que hasta ahora incluso hacía calor.

Las vistas son fenomenales, se ve todo Roma, incluyendo las dependencias papales, que a tenor de lo que se ve, ¡Vive como Dios¡

Como todo es negocio, en el Vaticano, tienen las tiendas de recuerdos en el techo del templo, con la venta de sellos, por lo que nos enviamos unas postales de recuerdo, desde aquí mismo para que figurara el matasellos.

Luego compramos algunos detalles para la familia, que siempre agradecen y en algunos casos lo merecen. Nos fuimos a por el ascensor para volver a bajar.

El edificio está vigilado al igual que todo el estado por la guardia suiza, la cual no pertenece a ninguna otra organización: su función exclusiva es la de ejército del Estado soberano de Ciudad del Vaticano. Está compuesta por unos cien soldados: el Comandante de la Guardia Suiza, con el rango de coronel, el Vicecomandante de la Guardia Suiza y un capellán, teniente coronel, un oficial con el grado de comandante, dos oficiales de rango capitán, 23 mandos intermedios (suboficiales), 70 alabarderos y dos tamborileros.
Se les entrena en procedimientos y manejo de armas modernas (como el fusíl suizo SIG 550) y las pistolas SiG Sauer P220 y P226, aunque también se les enseña a manejar la espada y la alabarda. Reciben lecciones de autodefensa, así como instrucción básica en tácticas defensivas de guardaespaldas similares a las utilizadas en la protección de muchos jefes de Estado.

Los reclutas deben ser varones que cumplan los siguientes requisitos:

Su estado civil es soltero.
Mínimo los 174 cm de estatura.
Edad actual entre 19 y 30 años de edad.
Poseedores de un título profesional o grado de secundaria.
Su fe es la católica.
Poseedores de la ciudadanía suiza.
Haber cumplido una instrucción básica con el Ejército Suizo y haber obtenido certificados de buena conducta.
La bandera porta en la parte inferior las armas de Julio II y en la superior las del Papa actual.

Actualmente cada guardia suizo lleva oculto en su uniforme un pulverizador de gas lacrimógeno y a partir del grado de sargento, una pistola y dos modernas granadas.

Cada vez que el Santo Padre pasa frente a ellos, el llamado «Ejército más pequeño del mundo» le saluda de rodillas, en señal de profundo respeto y máximo honor.

Sorprende que su nacionalidad sea Suiza, pero debe ser por lo de la neutralidad...¡¡¡vete tú a saber¡¡¡
Nos toca visitar la cripta. Muchos de los papas de la Iglesia Católica están enterrados en la Basílica de San Pedro, aunque por extraño que parezca, no todos están aquí. Algunas de las tumbas están en el nivel principal de la iglesia. Otras como la de San Pedro, el primer papa, están en el nivel más bajo, que para poder visitar hay que solicitar un permiso especial, que nosotros hicimos, pero que resulta sólo pueden ir 250 personas por día y estaba todo reservado.

No es sorprendente que esta cripta haya sido durante mucho tiempo un lugar de peregrinación para los fieles, pero después de que Juan Pablo II fuese enterrado allí en 2005, las visitas aumentaron considerablemente, con más de 200.000 personas que pasan a diario. En el medio de tanta exageración y opulencia, sorprende la sencillez de la tumba de este señor que ha calado muy hondo en el corazón de creyentes y no creyentes. Cuando bajamos la gente circula por delante de las tumbas pero en la de Juan Pablo II, la gente se para, hasta hay un señor que no te deja hacer fotos. Luego lo contaremos pero es para que no se paren y formen colas.

Pero con secreto añadido, nosotros sí tenemos la foto...

Toca visitar la Basílica de San Pedro, principal edificio del Vaticano, estado soberano dentro de Roma, se encuentra en la orilla oeste del río Tíber. Es el más importante edificio religioso del catolicismo, tanto en términos de volumen (193 m. de longitud y 44,5 m. de altura) como de renombre. No es la catedral de la diócesis de Roma, pero sí es la iglesia del Papa, en la cual celebra las ceremonias litúrgicas más importantes. En su interior se halla la Cathedra Petri, o Trono de San Pedro. La auténtica catedral de Roma es la archibasílica de San Juan de Letrán.

Impresiona cuando entras, ya que pareces un grano dentro de una playa, es tan exagerado y debió costar tanto que mejor no opino...

La basílica actual es el resultado de una obra desarrollada durante varios siglos. Comenzó por ser un monumento conmemorativo, en el lugar donde San Pedro fue martirizado y enterrado, no lejos del circo de Nerón. Entre el 326 y el 330, Constantino, hizo construir una basílica, a expensas del Papa Silvestre I, que fue terminada 30 años después. Ante el altar mayor de esta iglesia fueron coronados muchos emperadores: en el día de Navidad del año 800, lo fue Carlomagno, a quien el Papa León III impuso la corona imperial romana. En el siglo XV, debido a que la basílica paleocristiana, se encontraba bastante deteriorada y amenazaba con derrumbarse, el Papa Nicolás V en 1452 encargó su reconstrucción a Bernardo Rosellino, pero los trabajos se interrumpieron tres años después, a la muerte del Papa, cuando los muros tan sólo alcanzaban a levantarse un metro del suelo. Cincuenta años después, bajo el pontificado de Julio II, se reiniciaron las obras, con la idea de que el nuevo edificio fuera el marco adecuado para acoger la sepultura de este Papa ambicioso y amante de las artes. La construcción del edificio actual se inicia el 18 de abril de 1506. El proyecto fue encargado al arquitecto Bramante, y consistía en un edificio con planta de cruz griega inscrita en un cuadrado y cubierta por cinco cúpulas (un claro ejemplo de planta centralizada típica del Renacimiento), la central en el crucero y las restantes en los ángulos; los trabajos se iniciaron con la demolición de la basílica paleocristiana; muchos puritanos lamentaron la demolición de esta estructura. Sin embargo, Bramante no pudo ver avanzar demasiado la obra, pues murió en 1514, cuando sólo se habían edificado poco más que los cuatro grandes pilares que debían sostener a la gran cúpula central.
Sus sucesores en la dirección del edificio, Rafael Sanzio, Fra Giocondo da Verona y Giuliano da Sangallo cambiaron el plan bramantesto, optando por diseños que se inspiraban en la tradicional planta de cruz latina; ninguno de ellos fue llevado a cabo. Posteriormente, el Papa Pablo III encomendó la dirección de las obras a Miguel Ángel, quien retomó la idea de Bramante de planta en cruz griega. El diseño original de Bramante presentaba problemas estructurales que debieron ser corregidos. Bajo la dirección de Miguel Ángel se alzaron los muros del ábside, de una imponente monumentalidad. No obstante, la más importante aportación del gran genio fue la gran cúpula que se encuentra justo sobre el altar mayor y el sitio donde la tradición indica que se localiza la tumba del apóstol Pedro; una estructura que, a pesar de su peso, parece flotar en el aire. Veinticuatro años después de la muerte de Miguel Angel, fue concluida la cúpula según el diseño definitivo de Fontana y Giacomo della Porta, que apenas variaron los planes del maestro. Los mosaicos del interior de la misma son de Giuseppe Cesari, y representan las distintas jerarquías de santos en la gloria celestial, estando representado Dios Padre en la linterna central.

La cúpula tiene un diámetro de 42,5 metros y una altura de 132 metros, y es sin duda una de las obras maestras del Renacimiento y uno de los símbolos de la Cristiandad. La inscripción que recorre el interior de la base de la cúpula, cuyas letras miden 2 metros de altura, dice:

TV ES PETRVS ET SVPER HANC PETRAM ÆDIFICABO ECCLESIAM MEAM ET TIBI DABO CLAVES REGNI CÆLORVM

«Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, y te daré las llaves del Reino de los Cielos»


La configuración actual de la basílica en forma de cruz latina fue obra de Carlo Maderno, quien durante el pontificado de Pablo V añadió tres crujías nuevas y proyectó la fachada, compuesta de órdenes gigantes de columnas y balconadas. La basílica se dio por concluida en 1626 y consagrada solemnemente por el Papa Urbano VIII, aunque todavía quedaban muchos detalles por finalizar.
Gian Lorenzo Bernini, a instancias de Alejandro VII, proyectó la inmensa Plaza de San Pedro y la columnata que la rodea. Encima de ella y por todo el perímetro de la plaza se aprecian numerosas estatuas de santos y santas de todas las épocas y lugares. Encima de la fachada de la basílica, las estatuas de once de los Apóstoles (exceptuando Judas Iscariote), San Juan Bautista y, en el centro, Cristo. Bernini fue también el responsable de acometer los diseños y planos para las torres campanario que debían completar la fachada dejada por Maderno; la única torre completada bajo la dirección de Bernini, entre 1638 y 1641, tuvo que ser demolida poco después de su elevación ante los evidentes signos de inestabilidad de la estructura. Los relojes que ocupan los extremos de la fachada se incluyeron a finales del siglo XVIII, y son obra de Giuseppe Valadier, quien, asimismo, situó la inmensa campana fundida previamente en uno de los cuerpos laterales, que son cuanto puede considerarse como campanario una vez se determinó no volver a plantear la construcción de torres en la fachada.

Bernini se ocupó también de gran parte de la decoración interior del templo. Su obra más destacada a este respecto es el espectacular baldaquino de bronce macizo sobre el altar mayor de la basílica. El bronce utilizado en la construcción del baldaquino fue extraído de los casetones de la cúpula del Panteón de Agripa de Roma, lo cual dio pie a la frase Quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini, expresión latina que significa: Lo que no hicieron los bárbaros, lo han hecho los Barberini, en referencia a Urbano VIII, bajo cuyo papado se completó. Formado por cuatro columnas torsas con decoración vegetal y decorado con volutas, ángeles y telas simuladas, por todas partes aparecen las abejas, símbolo heráldico de los Barberini a cuya familia pertenecía el pontífice.

Bernini intervino, además, en la decoración del interior del ábside, que proyectó como una fulgurante Gloria en torno a un óculo con la paloma del Espíritu Santo, situando debajo un relicario con la Cathedra Petri sostenida por las gigantescas esculturas broncíneas de los Padres de la Iglesia. También ideó la decoración de los pilares de la cúpula, que concibió como nichos que albergasen las reliquias más nombradas de la basílica; bajo su dirección se colocaron cuatro monumentales esculturas, representando a Santa Elena, San Andrés, Santa Verónica y San Longinos, ocupándose él mismo de la relización de la última. El gran arquitecto fue sin duda el favorito de los papas durante el siglo XVII y su huella es omnipresente en el interor del templo. Además de las obras citadas, ideó también la decoración de la Capilla del Sacramento, con un templete flanqueado por ángeles adoradores; el monumento funerario de la condesa Matilde di Canossa, protectora del papado en el medievo; así como los sepulcros de los papas Urbano VIII y Alejandro VII, ambos piezas clave de la escultura barroca.
Con todo, la obra de arte más conocida de cuantas alberga la basílica en su interior es la Piedad, obra juvenil de Miguel Ángel, una de sus grandes realizaciones, que se venera en la primera capilla de la derecha.

Nos marchamos, pero antes vimos la puerta santa, la que se abre cuando es año santo. El último fue en el 2000 y el siguiente será en el 2025.

Toca comer son las 16:45 y no probamos bocado desde el desayuno. El día aguanta está promizo, amenaza lluvia pero no llueve. Para tomar nuestro bocata, preparado en el Hotel, mientras desayunamos, nos sentamos delante del El Castillo de Sant'Angelo o Castel Sant'Angelo (también conocido como el Mausoleo de Adriano) es un monumento romano situado en la orilla derecha del río Tíber, en frente del pons Aelius (actual puente de Sant'Angelo), a poca distancia de la Ciudad del Vaticano.
Iniciado por el emperador Adriano en el año 135 para ser su mausoleo personal y familiar, fue terminado por Antonino Pío en el 139. El monumento, levantado con piedra de travertino, estaba engalanado por una cuádriga en bronce guiada por el emperador Adriano. Muy pronto el edificio cambió de uso y se convirtió en un edificio militar. Se integró a la Muralla Aureliana en el 403.

El actual nombre del castillo proviene del 590, durante una gran epidemia de peste que golpeó la ciudad de Roma. El papa de la época, Gregorio I, vio al Arcángel San Miguel, sobre la cima del castillo que envainaba su espada significando el fin de la epidemia. Para conmemorar la aparición, una estatua de un ángel corona el edificio (primero una estatua en mármol de Raffaello da Montelupo, y desde 1753, una de bronce de Pierre Van.
Nos vamos hacia la Piazza del Poppolo, pasando por el Mausoleo de Augusto o lo que queda de él. Está todo ballado, él que en otros tiempos fuera el lugar de enterramiento más importante de Roma, es ahora un terreno lleno de maleza y cipreses. Ha sufrido todo tipo de avatares a lo largo de los tiempos, siendo utilizado como viñedo, jardín, e incluso fortaleza medieval y plaza de toros en el XVIII.

El mausoleo comenzó a ser construido por Augusto en el año 29 a. C. a su vuelta de Alejandría, tras haber conquistado Egipto después de vencer a Marco Antonio en la Batalla de Actium del año 31 a. C. En su estancia en Alejandría había visto la tumba helenística de Alejandro Magno, probablemente de planta circular, en la cual se inspiró para la constucción de su propia tumba. El primer personaje enterrado fue Marco Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, muerto en el año 23 a. C. Le siguieron Marco Agripa, Druso el mayor, Lucio César y Gayo César. Augusto fue enterrado en el año 14, seguido por Druso el menor, Livia y Tiberio. Se desconoce si el emperador Claudio fue sepultado también en el mismo lugar. El último personaje en recibir sepultura fue Nerva, en el año 98. Su sucesor, Trajano fue incinerado y sus cenizas se depositaron en una urna de oro a los pies de la Columna Trajana.
Seguimos subiendo la calle Lungotevere Marzio, paralelos al río, hasta llegar a la Ponte Margherita, donde giramos para encontrarnos con la famosa la Piazza del Popolo una de las plazas más conocidas de Roma. En español su nombre se traduciría como Plaza del Pueblo. Se discute si este nombre procede de la capilla que levantó en 1099 el pueblo de Roma en el solar donde hoy está el convento de Santa Maria del Popolo o por la abundancia de chopos en esta zona (chopo es pioppo en italiano y populus en latín).

La Plaza se encuentra en la puerta norte de lo que eran las Murallas aurelianas, donde antes estaba la Puerta Flaminia, justo el comienzo de la Vía Flaminia, que en tiempos del Imperio era la principal calzada hacía el norte. El diseño actual de la plaza es de estilo neoclásico, obra del arquitecto Giusseppe Valadier entre 1811 y 1822, quién se ocupó de la demolición de algunos edificios con el fin de dotar a la plaza de dos armoniosos semicírculos. Éste diseño rompe con la forma trapezoidal centrada en la Vía Flaminia de la antigua plaza, en lugar de él, los dos semicirculos son una clara reminiscencia de la Plaza de San Pedro, obra de Bernini.
Un obelisco egipcio dedicado a Ramsés II, traído de Heliópolis se alza en el centro de la plaza. El obelisco flaminio, como se le conoce, es el segundo más antiguo y uno de los más altos de Roma con 24 metros, o 36 contando el pedestal. Su antigua ubicación en el Circo Máximo, data del año 10 AC, por orden del emperador Augusto. Domenico Fontana eligió colocarlo en el centro en 1589 como parte del plan urbano auspiciado por el Papa Sixto V. Anteriormente, una fuente decoraba la parte central de la plaza, dicha fuente se encuentra en Piazza Nicosia adonde se trasladó en 1818, cuando se añadieron fuentes de inspiración egipcia a la base del obelisco.
Mirando desde el norte tres calles nacen de la plaza, formando el conocido tridente: la Vía del Corso en el centro, Vía del Babuino a la izquierda y la Vía di Ripetta a la derecha. Las iglesias gemelas (chiese gemelle) de Santa Maria dei Miracoli (1681) y Santa Maria in Montesanto (1679), empezadas por Carlo Rainaldi y completadas por Bernini y Carlo Fontana, delimitan el cruce de las calles. Si se las estudia con detenimiento, aparecen diferencias entre ambas al estilo de la asímetría barroca, lo que no hubiera ocurrido si se hubiese tratado de un diseño neoclásico.

Hacia el Sur, la Vía del Corso sigue el rumbo de la antigua Vía Flaminia (que no se llamaba así intramuros), que proviene de la Colina Capitolina y del Foro romano. La antigua Vía Flaminia cambió de nombre en la Edad media, pasándose a llamar Vía Lata, antes de quedarse con el nombre actual de Vía del Corso, que finaliza en Piazza Venezia. La Vía di Ripetta pasa por el Mauseoleo de Augusto hasta llegar al Tíber, dónde hasta el s. XIX se podía encontra el Porto di Ripetta. La Vía del Babuino, que muere en Piazza di Spagna, toma su nombre de una grotesca escultura de Sileno, conocida con el sobrenombre popular de "El Babuino".
En el lado norte se alza la Porta del Popolo y la vieja iglesia de Santa Maria del Popolo, la Porta sufrió su última transformación en 1655, cuando el Papa Alejandro VII ordenó adecentarla para recibir a la Reina Cristina de Suecia, después de su conversión al catolicismo y su abdicación. El diseño corrió a cargo de Bernini. Es curioso que mientras normalmente, éste tipo de estructuras festivas se fabrican en materiales poco resistentes, en Roma se realizase en piedra. Completa la plaza, una comisaría de Carabinieri cuya cúpula refleja la de la iglesia de Santa Maria.
Como es constumbre nos vamos a visitar la Iglesia de Santa Maria del Popolo que esconde dos grandes tesores.
La primera edificación fue una simple capilla construida por orden del papa Pascual II sobre el mismo lugar donde Nerón fue sepultado. Seguramente el papa quiso celebrar con esta iglesia la liberación del Santo Sepulcro que tuvo lugar el mismo año de su fundación, 1099. Las obras fueron costeadas por el pueblo romano, de ahí el nombre que recibió la iglesia desde sus orígenes y la advocación del icono posterior (siglo XIII, de inspiración bizantina) que preside el altar mayor y cuya autoría se atribuía al evangelista San Lucas, aunque a veces se atribuye el topónimo a la abundancia de chopos (en italiano: pioppi) en este lugar. La capilla fue ampliada en 1227 por el papa Gregorio IX, pero será en el siglo XV (bajo el impulso de Sixto IV) cuando se realicen las intervenciones arquitectónicas que determinan la configuración actual del templo. Giorgio Vasari atribuyó estas obras al arquitecto Baccio Pontelli, pero la historiografía contemporánea rechaza su autoría y tiende a pensar que fue Andrea Bregno quien las diseñó y ejecutó, dando al edificio un aspecto renacentista. En cualquier caso, no hay certeza absoluta sobre los autores de la arquitectura ni de la fachada (esta última también modificada por Bernini en el siglo XVII).
El templo formaba parte de un convento agustino. La arquitectura de todo el conjunto se acomodaba al espíritu de sobriedad de los agustinos, como se evidencia en la fachada.
Tras apreciar la nave central nos vamos a la Capilla que está a la izquierda del altar que se denomina capilla Cerasi, en el se conservan dos obras maestras de Caravaggio: la Conversión de San Pablo y la Crucifixión de San Pedro. Sorprende el pequeño tamaño que tiene la capilla en relación al tamaño de las obras. Es increible lo bien conservadas que están, parece que las pintaron ayer. ¿Cómo no están en un museo, bajo siete llaves?

El que más no gusto fue la Cruxifixión de San Pedro. La pintura representa el martirio de San Pedro por medio de la crucifixión, si bien Pedro pidió que su cruz fuera puesta al revés para no imitar a su maestro, Cristo. El gran lienzo muestra a tres esbirros romanos, figuras tenebrosas, con el rostro oculto o apartado[1] , luchando por erigir la cruz del anciano pero musculoso san Pedro. Pedro es más pesado de lo que su cuerpo con muchos años sugeriría, y la erección de su cruz requiere los esfuerzos de tres hombres, como si el crimen que perpetran ya les pesara. Su gesto, según Roberto Longhi es más propio de trabajadores ocupados que están ocupados haciendo su trabajo, que de verdugos. Tiran, levantan y hacen palanca contra la cruz, en posiciones feas y banales, como queda en evidencia en el trasero amarillo y los pies sucios del esbirro que queda en la parte izquierda del primer plano.
Esta crucifixión no es sangrienta, pero no está ausente el dolor. Es un zigzag de diagonales, que pronostican el inevitable martirio. Es una escena sombría que se desarrolla en un campo pedregoso.
En el cuadro, la luz baña a la cruz y al santo, ambos símbolo de la fundación y de la construcción de la iglesia, a través del martirio de su fundador.
La idea es ir bajando hacia la Plaza de España, por la Via del Babuino, calles llenas de gramour, junto con la Via del Corso. Muchas tiendas de ropa de marca con precios que alucinas, nos paramos delante de un escaparate, coincidiendo con otra pareja, ella dijo, que vestido tan bonito, Inma miró el precio y dijo: ¡¡¡6500€¡¡¡, la pareja de chipis se rieron... ¡¡¡sin palabras¡¡¡
Había tiendas con otro tipo de encanto como este taller de reparación de muñecas antiguas.

Llegamos a Trinita del Monti, que estaba cerrada y muy bien iluminada. Es un sitio con unas vistas muy buenas, pese a que la noche se nos venía encima. Allí nos encontramos con la famosa escalinata que desemboca en la no menos famosa plaza.

¡¡¡Qué decepción nos llevamos, estaba sucia, sin casi luz, sin ninguna decoración¡¡¡¡
¿Dónde está la plaza que veo en las fotos?

Al bajar por las escaleras a los pies de la escalinata de la Trinidad de los Montes, se encuentra la Fuente de la Barcaza de Pedro Bernini, el padre de Gian Lorenzo Bernini. Entre 1627 y 1629, el viejo Bernini construyó la fuente con forma de una barcaza que se hunde, para recordar, según dice la tradición, una barca que, a causa de la inundación del Tiber en la Navidad del 1598, se encontró en este sitio. En realidad el artista resolvió con este artificio un serio problema técnico: la presión del agua era demasiado baja para construir una fuente más elevada.
Tiene mucho éxito, ya que todo el mundo se empeña en sacar una foto en uno de sus caños de agua...

Seguimos bajando por la calle Rica..Rica.. parece la Milla de Oro, se trata de la Via Condotti, que está llena de mmmmmááááááásssss tiendas de pelas..., hasta llegar a la Via del Corso.
Queremos ver la Piazza Colomna, con su obelisco Egipcio.
Vuelta a caminar, no sabemos si llegaremos a La Iglesia del Gesù (en italiano, Chiesa del Sacro Nome di Gesù, o Iglesia del Santo Nombre de Jesús) situada en la plaza del Gesù en Roma, es la iglesia madre de la Compañía de Jesús, conocida como los jesuitas, una orden de la Iglesia católica. Su fachada está reconocida como «la primera verdaderamente barroca» y fue el modelo de innumerables iglesias jesuitas en todo el mundo, especialmente en el continente americano.

El rasgo más llamativo de la decoración interior es el fresco del techo: el grandioso Triunfo del Nombre de Jesús de Giovanni Battista Gaulli. Gaulli también pintó al fresco la cúpula.

La impresionante Capilla de San Ignacio es la obra maestra de la iglesia, diseñada por Andrea Pozzo y que alberga la tumba del santo. El altar realizado por Pozzo muestra a la Trinidad, mientras que cuatro columnas chapadas de lapislázuli encierran la colosal estatua del santo obra de Pierre Legros.

Sin embargo, la última es una copia, probablemente de Adamo Tadolini trabajando en el taller de Antonio Canova: el papa Pío VI hizo que se fundiera el original, seguramente para pagar las reparaciones de guerra a Napoleón, como se estableció en el Tratado de Tolentino, 1797.
Nos llamó mucho la atención una serie de "Botes", que conservaban dentro, souvenir un poco extraños, que parecen sacados de alguna película de terror, juzquen Vds y si tiene tiempo cuando nos veamos lo comentamos...

Hoy ya llevamos unos cuantos kilómetros encima, hemos salido del Vaticano para ir a la Piazza del Popolo, luego hemos bajado hasta la Iglesia del Gesu y ahora nos vamos hacia el Trastévere...¡¡¡tremendos campeones¡¡¡
Bueno quedamos con nuestros amigos Rebeca y Chema, para cenar en el Trastevere, que significa al otro lado del Tevere. El punto de encuentro es el Ponte Garibaldi. Al final está lloviendo, tipo orballo gallego, pero lloviendo. Como vamos con tiempo nos dirigimos a ver la Basílica de Santa María en Trastevere (Basilica di Santa Maria in Trastevere en italiano) es una iglesia de Roma, la más importante del barrio Trastevere. Fundada en el siglo III por el papa Calixto I, la iglesia fue después renovada durante el papado de Inocencio II (1130-1143).

La fachada, que conserva en la parte superior un mosaico del siglo XIII, está precedida por el pórtico proyectado por Carlo Fontana en 1702.

En el interior, de tres naves sobre columnas (inspirada en la Basílica de Santa María la Mayor), destacan el bello techo de madera, diseñado por Domenichino (también autor de la "Asunción" en el centro) y algunas pinturas que se encontraron en la restauración del siglo XIX, durante el papado de Pío IX.

Nos volvimos al Ponte Garibaldi, donde nos estaban esperando, decidimos hacer un paseo por la zona, destacando la Via della Lungaretta, donde nos encontramos el Ristorante Pizzeria "Carlo Menta" un sitio para recomendar, se come muy, pero que muy bien y es muy barato. Cuando nos fijamos en la carta nos parecía un poco de broma, pizza a 2 ó 3 euros, platos a 5 €¿?¿? Pero el secreto está en la cantidad. Lo digo porque estaba a tope, como muchos camareros, con buen servicio y rápido.

Como fue tan barato, nos fuimos a tomar un cafe. Primero a la plaza Navona, pero parecía una feria y estaba cerrando todo. Luego al Panteon, donde tomamos tres capuchinos y un vaso de leche, todo 18 eurazos... ¡¡¡Todo un lujo¡¡¡
Nos despedimos de nuestros amigos y nos vamos al hotel. Sigue lloviendo, no mucho pero lo suficiente para estar hasta los ... de la lluvita.
Son las 12:40, nos vamos para cama...

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